En 1935, es inesperadamente vencido por el gran maestro holandés Max Euwe en el encuentro para disputar el título mundial; la lucha fue intensa y tenaz, en ella Euwe alcanzó la cima de su capacidad de juego, y Alekhine pareció, en ocasiones, no ser el luchador que el mundo del ajedrez estaba acostumbrado a ver. Pero sus fuerzas no fueron totalmente quebrantadas; se rehizo, mostró su poderosa fuerza de voluntad con que se distinguió en sus mejores años y venció triunfalmente en el encuentro-desquite, celebrado en 1937, ganando nueve partidas, perdiendo cuatro y empatando once. Max Euwe se batió con extraordinaria tenacidad, mas no pudo hacer frente al torbellino de combinaciones ni al torrente de nuevas ideas en la apertura ni a la férrea voluntad de vencer de que hizo alarde su contrincante.