Conversando en un pesebre, el asno le dijo al buey:
-- ¿Tú no te cansas de arar todos lo días?
-- No -- respodió el buey --, porque es mi trabajo y aunque quisiera evadirme de él no podría.
-- No seas tonto -- respondió el borrico --. Cuando yo quiero descansar engaño muy bien a mi amo. Así al ir al pueblo con la carga, me tumbo en el suelo y no me muevo hasta que el amo busca mi reemplazo. Voy a darte un consejo: mañana fíngete enfermo y verás como no te llevan a trabajar.
Al siguiente día vino el amo y encontró al buey tirado en el suelo, triste y sin ánimo. Entonces dijo:
-- Este animal está enfermo, llevaré al burro en su lugar.
En efecto, tomó al asno y lo dispuso todo el día arrastrando el pesado arado. Por la tarde, apenas podía tenerse en pie.
-- ¿Qué tal te fue? -- le dijo el buey.
-- Muy mal, amigo, muy mal; me pesa haberte aconsejado que no trabajaras, pues ha sido para mi mal.
Desde entonces, el asno jamás eludió el trabajo, ni menos impartió malos consejos.
CUÁNTAS VECES RESULTA DE UN ENGAÑO
CONTRA EL ENGAÑADOR EL MAYOR DAÑO.